En una de las primeras visitas al estudio de Rubén (hace ya más de un año) me sacó, de entre una montaña de papeles al lado de la estantería, un dibujo lleno de líneas verdes que cruzaban en todas las direcciones. Alguien –no recuerdo si él o yo– lo relacionó con El jardín de los senderos que se bifurcan. En una primera instancia, no lo niego, me sorprendí porque acostumbrada a su pintura –tan madura, tan contundente– aquello me pareció el dibujo de un loco. Entendí más tarde que la pintura de Rubén no puede entenderse sin conocer todo el proceso que queda entre bastidores.
El descubrimiento del término Système D reveló rápidamente la estrecha relación con su metodología de trabajo. Este designa la manera de llevar a cabo un proyecto técnico sin medios específicos –Débrouille: arreglárselas, apañárselas–, utilizando sólo elementos de proximidad. La revista homónima que data de los años 20 (de la cual, por cierto, se presenta un ejemplar) mostraba, entre otras cosas, cómo fabricar un zapato a partir de un taco de madera. Rubén descarga imágenes en dibujos rápidos y, una vez intuye por dónde puede ir el cuadro, comienza a construir maquetas que materializan el motivo sirviéndose de elementos que encuentra por el estudio y alrededores: cajas de cartón, trozos de madera, retales de lona plástica, carteles...
Curiosamente, existe una reciprocidad entre pintura y maqueta: mientras la pintura tiene algo de construcción arquitectónica e incluso de objeto, la maqueta es tratada con unas condiciones de color, luz, forma, que más bien recuerdan a las de un ejercicio pictórico. Sin embargo la precariedad de los materiales utilizados pasa factura y paradójicamente la vida útil de ambas fluye en direcciones contrarias, y a medida que las capas de pintura van sedimentando el cuadro la maqueta desaparece. El proceso puede extenderse tanto que al acabar un proyecto ha hecho las veces de dibujante, arquitecto, fotógrafo, pintor...
Pero retomando el tema de mi sorpresa con el dibujo, entiendo ahora que si bien hay tantas maneras de ver la pintura como maneras de pintar, mi primer acercamiento al trabajo de Rubén dio como resultado una lectura bastante superficial. Comprender la pintura no consiste en buscar relaciones entre objeto representado/mundo sensible (si todo fuera eso...) Tampoco consiste en mirar una serie de formas y colores sin saber lo que se está mirando. Ver la pintura es una capacidad que viene dada por la sensibilidad plástica y por el ejercicio. Por eso es tan difícil hablar de pintura y sobre todo atinar en lo que se habla porque la pintura, y aquí cito a Walter Swennen, no es un lenguaje. En la pintura, la gente ha buscado reglas. No existen reglas.
Rubén, al construir desde cero su propia imagen, consigue encriptarla y conducir nuestra mirada –o más bien nuestro pensamiento– a través del cuadro. Las construcciones, casi totémicas, insinúan un espacio fingido en el cual el ojo va, poco a poco, dejándose seducir al tiempo que establece un vínculo afectivo con la imagen, reconociendo formas que le son familiares. Juega al despiste haciéndonos confundir los niveles de realidad y ficción y calcula cuál es la dimensión exacta en la cual el motivo se abre y permite que nos adentremos en él. La imagen se nos presenta entonces contundente, está ahí, y sin embargo no podemos evitar intuir todas las partes que se esconden entre la estructura, que se salen de la forma, que no se han pintado.
Sobre cuestiones formales se podrían decir tantas cosas que casi es mejor verla en directo. En temas de oficio tampoco entraré porque eso no interesa fuera del gremio, en cualquier caso convengamos que tiene un amplio bagaje –ese de pintor “pintor”– que le permite articular la plástica a su antojo (en otras palabras, hacer con la pintura lo que quiere). Bagaje que por otra parte, si bien es obvio que utiliza a su favor, sería un error pensar como la parte más significativa de su trabajo. Atinar con un motivo que siendo atrayente no distraiga de la propia pintura quizás sea la parte más difícil (aunque eso no me toca decirlo a mí).
Si le pregunto a Rubén a veces en tono de broma (porque sé que esas cosas –y más entre pintores– no se preguntan, pero también porque en el fondo tengo curiosidad) qué quiere que la gente entienda cuando ve sus cuadros, me contesta siempre que quiere que se active algo en la cabeza. Quiere hacer que la gente piense. Yo entonces asiento como si no lo supiera, pero en el fondo es lo que sospechaba.
Sofía González
Octubre 2020
“Actividad realizada con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte”