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Exposiciones: Rita Ferreira "Tara"

Rita Ferreira "Tara"

Sábado, 30/Marzo/2019
Sábado, 11/Mayo/2019

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Love me not/a minor archive
(No me quiere/ un archivo secundario)  

Hace más de cincuenta años, la teórica literaria Ann Cvetkovich ilustremente alegó la necesidad de un “archivo de sentimientos”, un archivo de todas las cosas mundanas y cotidianas, generalmente consideradas secundarias e indignas de conservarse, o difíciles de registrar a través de los materiales de un archivo convencional[1]. Cvetkovich se interesó particularmente por las historias queer, de las que no había ningún registro oficial: historias negadas de trauma, supervivencia, resistencia, vidas íntimas e inventivas radicales de deseo que se escapan del registro institucional[2]. Por medio de este “archivo de sentimientos”, Cvetkovich desafío el perfil de lo que es susceptible de ser registrado archivísticamente, a la par que estableció la esfera del sentimentalismo, la intimidad y el deseo como algo igual de relevante que aquello comúnmente percibido como vida pública. En la línea de otros lectores del sentimentalismo, Cvetkovich defiende los sentimientos y el apego emocional en contra de la condescendencia habitual patriarcal que estima estas manifestaciones como poco distinguidas, secundarias o desmerecedoras de consideración intelectual[3]. La cultura material fue uno de sus grandes intereses, en especial, la necesidad de preservar las cosas cotidianas, y los sentimientos y emociones asociadas a estas. Para ella, la categoría de archivo representa esta necesidad de entender cómo podemos recopilar los sentimientos, almacenarlos o guardarlos a través de objetos comunes y cosas efímeras y fortuitas a las que nos aferramos.  Esta noción de un “archivo de sentimientos” cambia de forma radical nuestra consideración de las estructuras de la vida diaria como algo menor, banal e imposible de conservar, a la vez que rechaza la apreciación de este archivo como una mera tecnología del poder, y no como un acto capaz de cambiar aquello que se estima merecedor de inscribirse, preservarse y cuidarse. 

Con los archivos globales de hoy en día, uno podría decir que el archivo de sentimientos de Cvetkovich se ha cristalizado plena y sombríamente. Las experiencias mundanas afectivas, a las que Cvetkovich nos pedía que prestáramos atención, se han convertido en una materia prima para la acumulación y la extracción de valor en forma de datos. Nuestros sentimientos más comunes e insustanciales constantemente se recogen, se extraen y se traducen en percepciones provechosas a través de las infraestructuras de datos que impregnan nuestras vidas. Las nociones de intimidad han cambiado enormemente, tanto que los teóricos especulan ahora que los algoritmos podrían conocernos mejor que nuestros amigos más cercanos. El “archivo de sentimientos” puede ahora considerarse como un precursor de la tendencia contemporánea de extraer valor de los “datos emocionales”. Lo secundario se ha convertido en “protagonista”. Mientras que para Cvetkovich y otros teóricos queer, el archivo se percibió como una categoría crucial para exigir la visibilidad política, habitualmente negada a sujetos minoritarios, los archivos digitales actuales son capaces de reunir una amplia y detallada información sobre nuestras vidas cotidianas. Esta exhaustiva visibilidad ha cambiado radicalmente los desafíos en la exploración de los archivos. Al hacer fácilmente accesible lo que anteriormente se caracterizó como efímero, lo digital posibilita “una inmersión en un abanico caleidoscópico de subjetividades pasadas, históricas y fabuladas”[4]. Cuando pensamos en el archivo  hoy en día la tarea cambia  de la reclamación de visibilidad de los afectos secundarios al desarrollo de nuevas formas de concebir la opacidad, legibilidad, supresión y conservación. ¿Cómo podemos preservar nuestros más íntimos recuerdos sin ser capturados o hechos hipervisibles y cognoscibles? 

El conjunto de obras de Rita Ferreira difícilmente podrían considerarse directamente ligado a la problemática digital o queer, pero sí apela convincentemente a la lógica del registro archivístico que remodela nuestras vidas. Taraaúna una serie de trabajos basados en el archivo personal de la artista de sus recuerdos efímeros y tempranos, un archivo cuya legibilidad, en cambio, se impide y pospone. La práctica de Rita Ferreira parte habitualmente de la materialidad concreta de los objetos cotidianos con el objeto de reflexionar sobre la relación entre dichos objetos y la representación que subtiende el lenguaje pictórico. Sus trabajos a menudo hacen referencia a objetos concretos, pero su origen y referencia son desconocido, y son objetos ya que respetan las convenciones objetuales. A pesar de mostrar objetos fuera de su contexto original, sus cuadros invitan al espectador a formular estructuras significativas en las que los objetos reconfigurados pueden asumir una vida pictórica propia. En Tara, esta reflexión sobre la no referencialidad de la representación pictórica se desarrolla a través de la refiguración del propio archivo de sentimientos de la artista, en cierto modo una desviación autobiográfica de sus anteriores trabajos. Sin embargo, esta dimensión biográfica se socava en última instancia por el imaginario pictórico que la artista construye, un imaginario en el que los objetos conservados, y los sentimientos y apegos que evocan, no dan paso al reconocimiento, la documentación o la legibilidad. ¿Qué tipos de apegos almacenan estos trabajos una vez que los objetos ya no son reconocibles como los originarios?. A través de este acto desfigurativo, la obra de Ferreira atribuye relevancia pictórica y legitimidad a objetos que de otro modo se hubieran considerado secundarios e insignificantes, a la vez que rechaza el proceso de reconocimiento que podría desprenderse del la inversión afectiva proyectada sobre esos objetos. Algo que podría recordar a la noción de Derrida de la “archi-huella”, y su propuesta de que el archivo no puede fusionarse con el origen (o arché). Esto no significa que el origen haya desaparecido, sino que el momento de registro archivístico registra el hecho originario como huella, como no-origen. De hecho, el archivo no puede comprenderse sin esta noción de archi-huella, la que engloba tanto el origen como su supresión o suspensión a través de las huellas. En última instancia, el hecho mismo archivado siempre está marcado por la huella de su propio registro en el archivo. 

De igual modo, el trabajo de Rita Ferreira nos conduce a una consideración del archivo como acto en el que por medio del registro hace que el origen des/aparezca.  Lo que queda es una huella que no tiene por qué conducirnos al objeto, a la experiencia o al sentimiento originario, pero produce una marca que tiene una existencia propia. El objeto originario no ha de ser legible de forma inmediata, ni tampoco la afectividad que recae sobre estos tiene que ser extraíble para que el registro archivístico funcione. Uno de los cuadros de la exposición se inspira en el recuerdo más antiguo de la artista, los pétalos de una margarita que solía utilizar para jugar al me quiere/ no me quiere, un juego sentimentalista en el que una persona busca determinar si el objeto de su afección profesa un sentimiento recíproco.

Mientras quita un pétalo de una flor, la persona que juega a este juego alternativamente dice las frases: “ Me quiere” y “No me quiere”. La frase que se dice a la vez que se quita el último pétalo supuestamente dice la verdad sobre si el objeto de afección les quiere o no. Lo que es verdaderamente interesante del juego es que la persona que quita los pétalos no busca probablemente la verdad, sino confirmar una creencia ya existente. Si el último pétalo coincide con “no me quiere”, lo más probable es que el jugador comience de nuevo con una nueva flor hasta que la creencia (o esperanza) se confirme.  La motivación que impulsa el juego es que la respuesta se puede siempre postergar, así como que una respuesta satisfactoria no necesariamente equivale a la verdad. La confirmación es el objetivo final; es el movimiento afectivo que fluye entre el objeto y el sujeto amado lo que importa, y este movimiento no necesita de una satisfacción lógica. Los pétalos representan la suspensión de la verdad en favor del deseo, en favor de un afecto que no se puede cumplir, un afecto (o huella) que existe por sí solo. Esta suspensión se encuentra potencialmente en el centro de la representación pictórica, y en el centro del archivo, quizás un archivo secundario, uno que no pretende ofrecer legibilidad, sino portar las huellas de una verdad secundaria cuyo valor reside en su suspensión – y en nuestro aferramiento a ella. 

 

Daniela Agostinho
March 2019



[1]Ann Cvetkovich, Un archivo de sentimientos. Trauma, sexualidad y culturas públicas lesbianas. Durham: Duke University Press, 2003.

[2]Para una crítica de Cvetkovich sobre el archivo, véase Sara Edeneheim, “Lost and Never Found. The Queer Archive of Feelings and its Historical Propriety”, differences2013, 24(3): 36-62. 

[3]Véase por ejemplo Lauren Berlant, The Female Complaint. The Unfinished Business of Sentimentality in American Culture, Durham: Duke University Press, 2008. Veáse también Sianne Ngai’s discussion of minor affects in Ugly Feelings,Cambridge, Mass: Harvard University Press, 2007. 

[4]Tavia Nyong’o em Arondekar, Anjali, Ann Cvetkovich, Christina B. Hanhardt, Regina Kunzel, Tavia Nyong’o, Juana María Rodríguez, Susan Stryker, Daniel Marshall, Kevin P. Murphy, y  Zeb Tortorici, “Queering Archives: A Roundtable Discussion.” Radical History Review122, 2015, p. 218.



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