Creo que todos más o menos entendemos los beneficios del “humor”. Esta exposición, en lo que a mí se refiere y si tengo en cuenta el momento en el que llegó, ha resultado ser una “liberación cómica”. Me refiero a algo parecido a esos chistes inapropiados de las últimas filas de los funerales con los que sostenemos la realidad en momentos jodidos. Os ahorraré de donde procedía ese nerviosismo del que me he librado. Simplemente me gustaría explicar que una vez supe que iba a abrir la temporada en Madrid en la galería F2 no dudé en “cambiar de pantalla” y puse toda mi energía en lo que podríamos llamar aquí y ahora como: un ensayo pictórico sobre el humor. “Un día sin humor es un día perdido”, decía Buñuel. La verdad es que dan ganas de aplaudir el aforismo; pero no menos aplausos le dedicaría yo a lo que le oí decir una vez a una señora por la radio ya hace unos años en un programa de peticiones musicales. La mujer pidió si podía decir algo y se lo concedieron; fue entonces cuando largó esta frase digna de Confucio: “no hay que juntarse nunca con nadie que no te haga reír”.
El humor es tan importante para mí que solo cuando mi hijo rió por primera vez respiré tranquilo. Sinceramente; no quería tener un hijo triste. Ni tan siquiera serio.
El humor es un complejo sistema de rotura de las expectativas. Cazarlo demuestra reflejos intelectuales así como capacidad de reformulación. También se trata de un importantísimo filtro entre las personas, que no involucra al dinero, el sexo, la raza, si no la capacidad de transgresión.
Un ejemplo: Milan Kundera, fallecido hace muy poco, explicaba en su ensayo El Telón una anécdota sobre el encuentro con un benefactor de los disidentes políticos Checos, a los que este ayudaba desde Francia. Kundera, por ser amable con este activista le explicó una anécdota de los tiempos de plomo en los que él era espiado en su apartamento. La anécdota, era que Kundera intercambió su domicilio con un amigo suyo que era un atleta sexual. El interlocutor de Kundera le interrumpió haciéndole saber que eso no le hacía gracia alguna. En el libro Kundera entonces declara que “a ese hombre siempre le respeté, pero ya nunca pude amarle”.
En lo tocante a mi exposición no voy a destripar el chiste aquí. Saberse el chiste es un bajón. Mejor lo explicamos en sala si les parece.
Pere Llobera