A lo largo de las tres últimas décadas, Jitka Hanzlová ha desarrollado una obra, una “línea de investigación poética”, que ha continuado con intuición y coherencia a lo largo de los años. Su particular forma de mirar le permite buscar fragmentos de nuestra existencia, cuidadosamente elegidos, y congelarlos en sus imágenes; una mirada a todas las contradicciones que vivimos. Antropoceno, un nombre para la creciente influencia de la actividad humana en los procesos biológicos, químicos y meteorológicos.
Las fotografías de su nueva serie WATER (2013-2019) revelan más que nunca un amplio abanico conceptual que se funde con su personal sutileza, usando el silencio para advertir y convirtiéndose en poesía. Hanzlová comparte con nosotros la realidad del significado del agua como elemento, el agua en sus diversos estados agregados líquido, sólido y gaseoso, como un bien inherente a la vida, sumergiéndonos en un universo posiblemente efímero. Universo en el que Hanzlová nos sugiere las contradicciones del contexto en el que coexistimos; la gran raya perdiendo sus contornos en el agua turbia de color verde jade, el bebé tiburón de arrecife nadando en aguas poco profundas y cristalinas, los trozos de iceberg sueltos a la deriva, la basura atravesando los mares de color azul turquesa, los reflejos de las gotas de lluvia, la flora de los arroyos... Imágenes que trascienden a toda jerarquía, pero que también insinúan un orden primordial de la vida.
Frente a estas imágenes uno puede tener la sensación de que el tiempo se ha detenido, congelándose en una fracción de segundo. Un instante que confiere a la obra un aura de misticismo y atemporalidad que la sitúa más allá de cualquier moda o tendencia. Y de repente queda claro lo que realmente significa: nuestra idea anterior de una naturaleza regida por leyes intrínsecas está anticuada. El ser humano moldea la naturaleza y las consecuencias de sus actos son irreversibles.