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Mirando hacia atrás, veo que siempre he mantenido una relación muy particular con mi cuerpo, y más concretamente con mis manos. Éstas me recuerdan que existe una distancia, al menos relativa, entre lo que soy y el mundo exterior. Unas veces torpes, otras inocentes, aunque certeras, y otras, tras años de entrenamiento, satisfacen los deseos de mi intelecto. Son el gran mediador que me permite interactuar con ese espacio que se extiende fuera de mi cuerpo.
La presencia de un rastro inciso o de una huella fijada por el tiempo en la materia son capaces de revelar un interesante juego de afectos entre dos espacios aparentemente aislados. Queriendo entender cómo las múltiples formas en que una piel, superficie que aprisiona pero que, al mismo tiempo, es mensajera, no puedo más que sumergirme en la conversación entre mis acciones y el terreno de los objetos y materiales que me rodean. Esto me impulsa a jugar con múltiples referentes que van desde el gesto más primitivo y sencillo de registrar las huellas de mis manos, a la representación y reinterpretación de un grabado clásico del siglo XVII, como es el Martirio de San Bartolomé de José de Ribera.
Un vaivén de deconstrucciones y dislocaciones. La matriz como imagen, como soporte, como molde, copia de copia; la imagen como forma, como piel, como matriz. La matriz como encarnación de todas esas potencialidades. La imagen como superficie mediadora entre espacios tan familiares como desconocidos. Y en última instancia, una pregunta sin una única respuesta sobre las capacidades de toda superficie de presentar el carácter paradójico de un territorio impreso y al mismo tiempo no imprimible.
La imagen –desgarrada, despellejada de su soporte, del cuerpo que le da forma– cuestiona ese entramado de relaciones entre lo que vemos y lo que no hemos tocado, entre lo que proyectamos y lo queremos comunicar a través del tacto.
Inma Herrera, Helsinki, diciembre de 2020
Esta primera exposición de la artista en F2 galería, reúne obras producidas durante los últimos tres años. La muestra es un trabajo de reflexión en torno a diferentes aspectos de lo táctil en relación con la imagen y su génesis, y es una continuación del proyecto desarrollado durante su estancia en la Real Academia de España en Roma entre 2017 y 2018.
El trabajo de Inma Herrera analiza, deconstruye y enreda el lenguaje del grabado. Éste, cargado de complejidades, del peso de la tradición y del trabajo con el cuerpo, se ha convertido en su mejor aliado en su práctica para establecer relaciones entre estampa, escultura e imagen en movimiento.
“Actividad realizada con la ayuda del Ministerio de Cultura y Deporte” 
